UNA ENFERMEDAD DEVASTADORA.

jueves, 14 de enero de 2010

Allá por el año 1.865, cuando el sistema monárquico de la Reina Isabel II y el Rey Alfonso XII reinaba el país, en nuestro pueblo gobernaba como Alcalde, D. José María Hervás Valiente, empresario agrícola, el cual sucedió en el cargo a D. Juan de Dios González Sanjuán.

Ya os podéis imaginar la vida diaria de aquellas fechas donde los adelantos, en todos los sectores, eran bastante más rudimentarios que los de hoy.

Dirigiéndonos exclusivamente al sector sanitario de aquel año, Castellar sufrió una de las enfermedades más temidas en todo el mundo en aquellas fechas: la devastadora lacra del Cólera Morbo Asiático, o vulgarmente llamado Peste Fría o Asiática.

Esta enfermedad se originó en la India a principios del siglo XIX asolando Europa y América. Su intoxicación se puede adquirir bebiendo líquido o comiendo alimentos contaminados con la bacteria. Proviene normalmente de las heces de animales o personas infectadas y se puede diseminar rápidamente en zonas con tratamientos inadecuados de agua potable y aguas residuales, algo comprensible en aquellas fechas.

Provocó miles y miles de muertes en toda España siendo sus síntomas más frecuentes los intensos calambres, las diarreas, vómitos, pérdida de la memoria, violentos dolores intestinales, aumento de la viscosidad sanguínea por pérdida de líquidos, pudiendo derivar en taquicardias e infartos.

Debido a esta alerta sanitaria, la Corporación Municipal de Castellar, un día 1 de octubre de 1.865, aprobó por unanimidad una serie de medidas para combatir, de algún modo, a esta catastrófica enfermedad. Las medias aprobadas fueron las siguientes:

1ª) Blanquear de cal todas las viviendas del pueblo.
2ª) Que no se cambien de sitio los muladares.
3ª) Prohibir que cerdos y otros animales estén en la población.
4ª) Que no se toquen las campanas en los entierros.
5ª) Establecimiento de visitas domiciliarias.
6ª) Que el médico no salga del pueblo.
7ª) Que se prorrogue la contratación del Médico Cirujano D. Casimiro Ruiz.
8ª) Que no se de parte diario de la salud pública.
9ª) Que el farmacéutico tenga la botica surtida.
10ª) Que se suministren a los enfermos todos los auxilios que su estado requiera.
11ª) Que se hagan fumigaciones de pólvora y azufre.
12ª) Que por el Ayuntamiento se adquiera una arroba de pólvora y otra de azufre y que en pequeñas lagunas en las calles se les prenda fuego.

Medidas necesarias en aquellos tiempos y, aunque parecen rudimentarias, eran con las que podían contar para paliar de algún modo estas catástrofes.

En fin, otra anécdota de nuestro pueblo, de nuestros antepasados, en este caso no muy agradable y que, creo, despierta el interés de todos.



*Parte de la información sacada del libro "150 años de historia" de Antonio Robledo Morales.

3 comentarios:

emilio jose muñoz rubio dijo...

Episodio de la España antigua que ahora vemos desde lejos pero con sentimientos comparativos recientes. Ya desde aquel entonces como bien reflejas en tu artículo, los ayuntamientos jugaban un papel primordial como respuesta y servicio al ciudadano con los medios de entonces y con los medios de ahora. Sería interesante hacer una reflexión un alto en el camino sobre la institución menos valorada y más importante que tenemos. Un saludo amigo

Pedro García dijo...

Tienes toda la razón, Emilio José. Quizás hoy falte un poco de conciencia municipal. En aquellos tiempos los ciudadanos tenían un concepto muy diferente al que hoy tenemos de los Ayuntamientos. ¿El tipo de política, el progreso de la sociedad, la indiferencia,...? Desconozco la razón pero, en mi opinión, creo que es así. Un saludo.

Anónimo dijo...

Es tremendo. Castellar en el siglo XIX con to su pelo y su lana. La verdad es que antes se pasaba lo que hoy no se pasa y con to y con eso nos quejamos mucho pero ¿sera normal no?. El que no llora no mama. Ja, ja.